El objetivo general de nuestra propuesta es reducir la prevalencia de obesidad infantil mediante la implementación mediante la implementación de un programa de educación sana que incluye: programa de educación alimentaria, programa de actividad física y participación familiar en escuelas de nivel básico. Esto se hace con la finalidad de evitar más casos de obesidad infantil y mejorar la calidad de vida de todos los niños.
Estado nutricional
Se propone la implementación de talleres mensuales dirigidos a la población estudiantil con el objetivo de fomentar una cultura alimentaria saludable y consciente desde edades tempranas. Estos espacios formativos deben integrar de manera dinámica y práctica contenidos sobre principios básicos de nutrición, selección adecuada de alimentos y técnicas elementales de preparación culinaria, promoviendo la autonomía alimentaria y el pensamiento crítico.
Un componente esencial de estos talleres es la alfabetización alimentaria, que incluye el análisis y la interpretación de sellos frontales de advertencia, etiquetas nutricionales y listas de ingredientes, de acuerdo con la normatividad vigente en etiquetado (NOM-051-SCFI/SSA1-2010 en México). Esta competencia es crucial para que los menores desarrollen habilidades informadas al momento de elegir productos en contextos reales de consumo, tanto dentro como fuera del entorno escolar.
Este tipo de intervenciones han sido aplicadas con éxito en programas como el de “Escuelas Saludables” de Chile, donde se han incorporado actividades culinarias y sesiones de lectura crítica de etiquetas en la rutina escolar, observándose mejoras en la percepción del riesgo de alimentos ultraprocesados y un aumento en la ingesta de frutas, verduras y agua natural.

Fig 1. Programa de escuelas saludables de JUNAEB en Chile.
Actividad física
Una estrategia clave para combatir la obesidad infantil consiste en fortalecer la educación física dentro del currículo escolar. Específicamente, se propone incrementar la frecuencia de las clases de educación física a un mínimo de tres sesiones semanales, con un enfoque pedagógico que privilegie la actividad lúdica, la participación inclusiva y el disfrute por el movimiento corporal. El objetivo no es solo mejorar los indicadores biométricos relacionados con la salud, sino también cultivar hábitos motrices positivos y sostenibles en la infancia, garantizando siempre el respeto por los límites físicos individuales y evitando cualquier práctica coercitiva o competitiva que genere rechazo o lesión.
Un ejemplo notable de esta estrategia es el modelo educativo de Finlandia, donde los estudiantes tienen múltiples pausas activas y un promedio de 45 minutos diarios de actividad física, integrando el movimiento no solo en clases específicas, sino también en recreos estructurados y actividades extracurriculares. Esta política ha contribuido a mantener bajos niveles de sobrepeso infantil, mejorar el rendimiento académico y reducir los trastornos relacionados con el sedentarismo, todo dentro de un entorno escolar que prioriza el bienestar integral del menor. La experiencia finlandesa ha sido documentada por organismos como la UNESCO y la OMS como una buena práctica replicable en contextos educativos diversos.

Fig 2. Niños finlandeses practicando deportes como el futbol en sus escuelas.
Participación de los padres
El abordaje integral de la obesidad infantil exige la inclusión de las familias como actores fundamentales en la formación de hábitos saludables. Se propone, en este sentido, la realización de talleres bimestrales dirigidos a padres y madres de familia, enfocados en educación nutricional, pautas de alimentación equilibrada, prevención del sedentarismo y estrategias para modelar conductas saludables en el hogar. Estos talleres deben diseñarse desde un enfoque pedagógico participativo, con énfasis en la aplicación práctica de conocimientos y en el intercambio de experiencias entre los asistentes.
Adicionalmente, se sugiere institucionalizar una actividad mensual conjunta entre padres e hijos, como caminatas recreativas, ferias de salud comunitarias, clases abiertas de cocina saludable o jornadas deportivas familiares. Estas acciones no solo refuerzan los aprendizajes adquiridos, sino que fortalecen los vínculos afectivos intrafamiliares y generan corresponsabilidad en el mantenimiento de estilos de vida saludables.
Este tipo de intervención ha sido implementado con buenos resultados en iniciativas como el programa “Escuelas Promotoras de la Salud” en Colombia y el plan "Familias Saludables" de la ciudad de Medellín, en los cuales se ha observado un aumento significativo en la implicación parental y una mejora sostenida en los patrones alimentarios y niveles de actividad física en niños y niñas en edad escolar.

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